Què hi ha darrere el títol ‘El circ Printiripram’
El circo Printiriprán es el título del primer libro que Vacamú publicó en castellano. Viendo la cubierta, algunos han pensado que va de circo. En alguna ocasión incluso hemos tenido que desengañar a un comprador potencial atraído por la magia del mayor espectáculo del mundo. Además, «Printiriprán» parece una palabra ilegible para la mayoría de la gente: suelen decirnos «el libro del circo»… y eso que en castellano optamos por «Printiriprán» en lugar de «Printimpram» —que sería la transcripción directa del ruso original— para adaptarnos mejor a la fonética del idioma. Bueno, pues «el libro del circo» no va de circo.
El circo Printiriprán es una antología de 25 poemas de un clásico infantil ruso, Daniil Jarms. Además de clásico infantil, Jarms es todo un personaje y un escritor de culto en Rusia y otros países. Sobre él hablamos con detalle y profusión de ilustraciones en el desplegable de 24 páginas que incluye la edición (lo titulamos «Retahílas jarmsianas», y podéis descargarlo en PDF en la página del libro).
La antología toma el título del último de los poemas que contiene: «El circo Printiriprán». Este último poema consiste justamente en la enumeración de los números circenses de una función ficticia. El poema termina anunciando el fin de la función. El poema es una lista, una recopilación, una despedida del espectáculo: una especie de antología, vaya.


«El circo Printiriprán» salió publicado en marzo de 1941 a la revista Chizh. La revista —con la que Jarms había colaborado desde el primer número, de enero de 1930— solo iba a publicar tres números más. La Operación Barba-roja significó el fin de la publicación y de la tranquilidad de Jarms, que en las revisiones médicas que precedieron la leva para la Guerra de Finlandia había obtenido el diagnóstico de esquizofrenia. Pacifista y alérgico a la disciplina militar, el escritor evitó la militarización1.
Habiendo obtenido la calificación de no apto para el frente, Jarms incluso recibía una pequeña paga del Estado. «El circo Printiriprán» se publicó en estas circunstancias raramente favorables para el autor. Era una buena suerte bien incierta, porque el escritor estaba catalogado como elemento poco afecto al régimen2, y, en efecto, la bonanza duró poco: cuando Jarms hubiera tenido que escapar de la ciudad asediada, se quedó acompañando a su mujer, que no obtuvo plaza para la evacuación organizada por las autoridades. En aquella situación extrema del Sitio de Leningrado, Jarms fue considerado un elemento peligroso y encerrado en el hospital siquiátrico penitenciario (el diagnóstico, confirmado, lo exculpaba del cargo de traición a la patria). En el recinto de la prisión de Kresty (‘las cruces’) de Leningrado murió de hambre durante el terrible inverno de 1942.
Sabiendo todo lo que acabamos de resumir, cuando leemos el final de «El circo Printiriprán», sentimos la vibración de una despedida vital. ¿Es un efecto de perspectiva?
Se apagarán los focos,
se encenderá la luna.
Lucirán en la cúpula
estrellas y meteoros,
y minúsculas
golondrinas
harán nidos de oro.
¡Música, maestro!
¡Que redoblen los tambores!
¡La carpa entera rebulle:
señoras y señores,
un aplauso, que con esto
el espectáculo
CONCLUYE!3
- Durante la década de 1930, el militarismo era un ingrediente habitual de las publicaciones infantiles, en la URSS y en todas partes. En Chizh a menudo salían tanques y tractores, emblema de la industrialización acelerada emprendida por el régimen. El Partido había establecido que las publicaciones infantiles tenían que ocuparse de temas de actualidad: se consideraba que los niños tenían que integrarse en la vida social. Esta consideración no tardó en utilizarse para forzar a las publicaciones infantiles a impartir la doctrina del momento. Jarms siempre se las apañaba para tocar con esos temas una música bien distinta a la deseada por las autoridades. Incluso las pocas veces que parece seguir sin filtros la línea impuesta —en alguna cancioncilla o rimita no recogida en las obras completas del autor (los editores deben de considerarlo una vergüenza)— lo hace de una manera tan simple y boba que cuesta creer que alguien pudiera tomar aquello seriamente. ↩︎
- Como puede verse en la cronología del desplegable que incluye nuestra edición, el periodo de actividad literaria de Jarms coincide perfectamente con la implantación definitiva del estalinismo. Jarms ya había sido condenado a destierro en enero de 1932 y había sido investigado por su actividad como escritor infantil. Se le acusaba de distraer la atención de los niños de los esfuerzos y luchas en los que estaba inmersa la sociedad (ver nota anterior). ↩︎
- La vida de Jarms terminó; pero sus poemas y pequeños relatos infantiles volvieron a publicarse a partir de la década de 1960, y el poeta fue adquiriendo el estatus de clásico heterodoxo de la literatura infantil rusa. Poco a poco fueron publicándose también las piezas no infantiles que se habían salvado de la destrucción y se habían conservado de forma casi milagrosa. Jarms las había escrito durante años sin esperanza de publicación; son textos impregnados de un siniestro sinsentido y de un sarcasmo latente que crean todo un género que trasciende la literatura: lo jarmsiano. Por todo ello, Jarms es ahora un escritor de culto y su figura es icónica. ↩︎
Què hi ha darrere el títol ‘El circ Printiripram’
El circo Printiriprán es el título del primer libro que Vacamú publicó en castellano. Viendo la cubierta, algunos han pensado que va de circo. En alguna ocasión incluso hemos tenido que desengañar a un comprador potencial atraído por la magia del mayor espectáculo del mundo. Además, «Printiriprán» parece una palabra ilegible para la mayoría de la gente: suelen decirnos «el libro del circo»… y eso que en castellano optamos por «Printiriprán» en lugar de «Printimpram» —que sería la transcripción directa del ruso original— para adaptarnos mejor a la fonética del idioma. Bueno, pues «el libro del circo» no va de circo.
El circo Printiriprán es una antología de 25 poemas de un clásico infantil ruso, Daniil Jarms. Además de clásico infantil, Jarms es todo un personaje y un escritor de culto en Rusia y otros países. Sobre él hablamos con detalle y profusión de ilustraciones en el desplegable de 24 páginas que incluye la edición (lo titulamos «Retahílas jarmsianas», y podéis descargarlo en PDF en la página del libro).
La antología toma el título del último de los poemas que contiene: «El circo Printiriprán». Este último poema consiste justamente en la enumeración de los números circenses de una función ficticia. El poema termina anunciando el fin de la función. El poema es una lista, una recopilación, una despedida del espectáculo: una especie de antología, vaya.


«El circo Printiriprán» salió publicado en marzo de 1941 a la revista Chizh. La revista —con la que Jarms había colaborado desde el primer número, de enero de 1930— solo iba a publicar tres números más. La Operación Barba-roja significó el fin de la publicación y de la tranquilidad de Jarms, que en las revisiones médicas que precedieron la leva para la Guerra de Finlandia había obtenido el diagnóstico de esquizofrenia. Pacifista y alérgico a la disciplina militar, el escritor evitó la militarización1.
Habiendo obtenido la calificación de no apto para el frente, Jarms incluso recibía una pequeña paga del Estado. «El circo Printiriprán» se publicó en estas circunstancias raramente favorables para el autor. Era una buena suerte bien incierta, porque el escritor estaba catalogado como elemento poco afecto al régimen2, y, en efecto, la bonanza duró poco: cuando Jarms hubiera tenido que escapar de la ciudad asediada, se quedó acompañando a su mujer, que no obtuvo plaza para la evacuación organizada por las autoridades. En aquella situación extrema del Sitio de Leningrado, Jarms fue considerado un elemento peligroso y encerrado en el hospital siquiátrico penitenciario (el diagnóstico, confirmado, lo exculpaba del cargo de traición a la patria). En el recinto de la prisión de Kresty (‘las cruces’) de Leningrado murió de hambre durante el terrible inverno de 1942.
Sabiendo todo lo que acabamos de resumir, cuando leemos el final de «El circo Printiriprán», sentimos la vibración de una despedida vital. ¿Es un efecto de perspectiva?
Se apagarán los focos,
se encenderá la luna.
Lucirán en la cúpula
estrellas y meteoros,
y minúsculas
golondrinas
harán nidos de oro.
¡Música, maestro!
¡Que redoblen los tambores!
¡La carpa entera rebulle:
señoras y señores,
un aplauso, que con esto
el espectáculo
CONCLUYE!3
- Durante la década de 1930, el militarismo era un ingrediente habitual de las publicaciones infantiles, en la URSS y en todas partes. En Chizh a menudo salían tanques y tractores, emblema de la industrialización acelerada emprendida por el régimen. El Partido había establecido que las publicaciones infantiles tenían que ocuparse de temas de actualidad: se consideraba que los niños tenían que integrarse en la vida social. Esta consideración no tardó en utilizarse para forzar a las publicaciones infantiles a impartir la doctrina del momento. Jarms siempre se las apañaba para tocar con esos temas una música bien distinta a la deseada por las autoridades. Incluso las pocas veces que parece seguir sin filtros la línea impuesta —en alguna cancioncilla o rimita no recogida en las obras completas del autor (los editores deben de considerarlo una vergüenza)— lo hace de una manera tan simple y boba que cuesta creer que alguien pudiera tomar aquello seriamente. ↩︎
- Como puede verse en la cronología del desplegable que incluye nuestra edición, el periodo de actividad literaria de Jarms coincide perfectamente con la implantación definitiva del estalinismo. Jarms ya había sido condenado a destierro en enero de 1932 y había sido investigado por su actividad como escritor infantil. Se le acusaba de distraer la atención de los niños de los esfuerzos y luchas en los que estaba inmersa la sociedad (ver nota anterior). ↩︎
- La vida de Jarms terminó; pero sus poemas y pequeños relatos infantiles volvieron a publicarse a partir de la década de 1960, y el poeta fue adquiriendo el estatus de clásico heterodoxo de la literatura infantil rusa. Poco a poco fueron publicándose también las piezas no infantiles que se habían salvado de la destrucción y se habían conservado de forma casi milagrosa. Jarms las había escrito durante años sin esperanza de publicación; son textos impregnados de un siniestro sinsentido y de un sarcasmo latente que crean todo un género que trasciende la literatura: lo jarmsiano. Por todo ello, Jarms es ahora un escritor de culto y su figura es icónica. ↩︎




